No es necesario aprendérselo.
´Voy a hablaros sobre algunos aspectos de
la crisis moral que atravesamos; pues yo creo que ella existe y en mayor grado
y con caracteres más perniciosos para el progreso de Chile que la dura y
prolongada crisis económica que todos palpan.
´Me parece que no somos felices; se nota
un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del
país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La
holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida
en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente
no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la
intranquilidad.
´No sería posible desconocer que tenemos
más naves de guerra, más soldados, más jueces, más guardianes, más oficinas,
más empleados y más rentas públicas que en otros tiempos; pero ¿tendremos
también mayor seguridad; tranquilidad nacional, superiores garantías de los
bienes, de la vida y del honor, ideas más exactas y costumbres más regulares,
ideales más perfectos y aspiraciones más nobles, mejores servicios, más
población y más riqueza y mayor bienestar? En una palabra, ¿progresamos?(…)
´En mi concepto, no son pocos los factores
que han conducido al país al estado en que se encuentra; pero sobre todos me
parece que predomina uno hacia el que quiero llamar la atención y que es
probablemente el que menos se ve y el que más labora, el que menos escapa a la
voluntad y el más difícil de suprimir. Me refiero ¿por qué no decirlo bien
alto? a nuestra falta de moralidad pública; sí, la falta de moralidad pública
que otros podrían llamar la inmoralidad pública.
´Hablo de la moralidad que consiste en el
cumplimiento de su deber y de sus obligaciones por los poderes públicos y los
magistrados, en el leal y completo desempeño de la función que les atribuye la
carta fundamental y las leyes, en el ejercicio de los cargos y empleos,
teniendo en vista el bien general y no intereses y fines de otro género .
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